jueves, 4 de agosto de 2016
Secuencia de imágenes.
Por la ventana entraba una tenue luz que acariciaba mi piel. Tenía una velita encendida que hacía que la habitación fuera como un pequeño rinconcito donde relajarte. Pero no podía evitar pensar en él. En que quería que sus manos se adentraran en mis infinitas curvas, quería que me tocaran. Lo ansiaba, lo necesitaba casi tanto como los pulmones necesitan del aire para poder respirar. Suspiraba por las ganas. Se me venía a la mente la imagen de su boca, y el ansia se apoderaba cada vez más de mi. Todo él estaba metido en mi mente esa noche. ¿Cómo se le llama a añorar tanto a alguien? ¿A desearlo, y quererlo con todas las entrañas? Intenté calmar un poco la ansiedad que recorría mi cuerpo con un cigarrillo, pero no cesaba. Solo veía imágenes de cada detalle de sus ojos, esos lunares que tiene a cada lado de su pelo, que se le ven a penas y que me encanta mirarlos cuando él está distraído. En mi cabeza hay como una secuencia de imágenes, y todas son de él. Aquí conmigo, alborotando las sábanas de mi cama y dejando mi pelo hecho un desastre, pero eso es lo que menos me importa cuando sus manos están agarrando fuerte mi espalda, y tengo sus labios descendiendo por mi cuello. Y de repente abro los ojos, y la secuencia de imágenes se esfuma. Se ha hecho de día, y él sigue sin estar aquí. Maldita manía de echarte de menos cuando te vas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario